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Partenariado entre Rusia y la UE para la modernización y colaboración bilateral con sus Estados-miembros*1

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Para Rusia, la principal dificultad en la estructuración de unas relaciones sólidas y fiables con la Unión Europea no consiste en unas contradicciones ideológicas – es que no las hay – ni en la diferencia de los intereses que, de por sí, es una cosa normal; los intereses de los países miembros de la Unión son bastante diferentes. Para Rusia, esta dificultad radica en buscar un equilibrio óptimo de sus relaciones con la UE y sus Estados-miembros.

Ritmo insatisfactorio de aproximación entre Rusia y la UE

A Rusia le cuesta mucho trabajo resolver este problema muy difícil al tratar con cualquier tercer país. Pues en Moscú hasta ahora no han llegado a entender, qué ente o individuo tiene tal o cual responsabilidad. Desde la capital rusa se mira de un modo preconcebido a las instituciones comunitarias. Se apuesta por el desarrollo de contactos bilaterales con las grandes potencias de la región.

La UE tiene la misma actitud respecto a Rusia y manifiesta una opinión muy preconcebida sobre la política tanto interior como exterior del Kremlin acusándolo de todos los pecados mortales. Se reprueba siempre la profundización de las relaciones bilaterales entre Rusia y los Estados más influyentes de la UE. Prevalece la opinión de que el Kremlin pretende escindir los países de la Unión Europea aprovechando las contradicciones que existen entre ellos con miras a alcanzar sus objetivos que nadie conoce, pero que son a ciencia cierta censurables. Por esta razón precisamente hay que ponerle toda clase de impedimentos en este camino (como en cualquier otro).

Como resultado de ello no se consigue establecer unas relaciones armoniosas con la UE y sus Estados-miembros. Los últimos acontecimientos prueban que la situación sigue siendo desfavorable a pesar de que prácticamente todos los países comunitarios que miraban a Rusia con gran desconfianza que rayaba en unas fobias, han empezado a suavizar la política que aplicaban y han pasado a revisar los conceptos. Se han hecho un poco más cálidas las relaciones ruso-polacas. Gran Bretaña ha empezado el “reinicio”. Suecia se queda a la sombra. Algo ha empezado a cambiar en los países del Báltico.

Pero no ha cambiado nada en el enfoque coordinado por parte de la UE. En particular, la Unión sigue firme en cuanto y al acceso de compañías rusas al mercado interno, incluyendo el energético, de la UE. Siguen en suspenso las conversaciones sobre el nuevo acuerdo base. Está en un impasse la iniciativa rusa de concluir un tratado de seguridad europea. Se sigue dando largas a la creación de un consejo conjunto de política exterior y de política de seguridad. Se resiste a pasar al régimen sin visado al efectuar los viajes recíprocos, etc.

Resulta, pues, que no son las dificultades en las relaciones con algunos países de la UE, problemáticos para ella, lo que viene a ser el elemento más débil en la organización de una colaboración plena en el marco de la Gran Europa y en la creación de espacios comunes, tanto económico y político, como jurídico, social, cultural y humanitario. Obstaculiza este proceso, en primer lugar, todo el complejo de relaciones con la propia Unión. En estas condiciones poco pueden ayudar los adelantos logrados por Rusia con la mayoría de los países comunitarios.

Si la situación es así, hay que cambiarla en todos los aspectos, de la manera más radical y cuanto antes.

Los propios países de la UE deberían sugerir, por lo visto, lo que habría que hacer en concreto y en primer lugar para ello. Desde este punto de vista, las relaciones que existen hoy entre Moscú y Madrid, buenas y ejemplares, no serían autosuficientes. Éstas son importantes no sólo de por sí y no sólo en relación con el posible aporte al desarrollo de las multifacéticas relaciones entre Rusia y la UE, sino también en el sentido de una labor conjunta cuyo objetivo podría ser un equilibrio óptimo de las relaciones de variado nivel en el triángulo Rusia–UE–Estados-miembros de ésta, con la finalidad de habilitar de mancomún una Gran Europa. Estas relaciones podrían desempeñar un papel ponderable en activar a toda la UE a fin de cimentar sobre una base nueva todo el sistema de relaciones a escala de todo el continente.

Examinemos uno a uno los problemas planteados. Hemos agrupado los problemas en cinco apartados no muy extensos a fin de hacer más precisa esta exposición. Cada apartado lleva un subtítulo llamativo que evoca unos fenómenos, acontecimientos, imágenes e ideas bien conocidas en Rusia. Lo hemos hecho premeditadamente, para que las alusiones que hagamos impriman a los razonamientos expuestos un sentido no siempre evidente, oculto, descifrándolos, dándoles más relieve para percibirlos más fácilmente y con mayor integridad.

En nuestra casa se ha instalado un vecino original

Titulamos este apartado con una cita de una canción rítmica y alegre de autores rusos, que hace muchos años irrumpió en nuestra vida cotidiana y fue aprendida entonces por todos. Se hizo hit en un instante. Se la escuchaba por doquier; la interpretaban en todas las pistas de baile. La canturriaban todos, de niños a ancianos. Es una canción que irradia temperamento, es atractiva y fue de moda. Pero la letra de la canción dice que a una casa de vecindad se mudó un individuo que toca la trompeta día y noche, revolviendo la vida de los inquilinos. Todo cambió en la casa con su llegada.

La reciente ampliación de la UE que se produjo como un salto, elevando hasta veintisiete el número de los Estados-miembros, ha revuelto la vida política en el continente. Todo ha cambiado y ha perdido la configuración que tenía antes. Rusia y la Unión Europea tienen ahora una frontera común más larga. Ahora somos vecinos “inmediatos” por así decir, y tanto Rusia como la UE pretenden tener relaciones especiales con los estados que las rodean.

Es natural que Moscú y Bruselas hayan afrontado un amplio espectro de retos derivados de la transformación radical del mapa político de Europa. Al mismo tiempo han aparecido colosales posibilidades. Pero primero había que comprenderlas para tener conciencia hecha de ellas, interpretarlas adecuadamente y aprender a aprovecharlas.

Tanto Rusia como la UE no estaban preparadas en absoluto para esta nueva realidad, pues no sabían a ciencia cierta cómo había que abordarla y cómo debían actuar. La UE sigue hasta hoy sin una política consensuada respecto a Rusia. Moscú, por su parte, no ha definido qué significa Bruselas para él.

Las estrategias oficiales que se aplicaban en aquel entonces ya eran inviables y en las nuevas condiciones siguieron siendo papel mojado. Por eso las descartaron sin lamentar.

Hubo prisas para llenar el vacío con nuevas concepciones, esto son las de partenariado estratégico, de espacios comunes y de hojas de ruta destinadas a crear dichos espacios, así como el Acuerdo de Partenariado y Colaboración 2 entre otros. Pero ninguna concepción fructificó. En aquel mismo tiempo la UE y Rusia procuraron realizar unas políticas cualitativamente distintas respecto a la vecindad común.

Bruselas empezó a desarrollar la política de vecindad, de Partenariado del Este, de Sinergia del Mar Negro y de presencia en el Asia Central. Rusia llevó a cabo la política de plasmar nuevos proyectos regionales de integración y proyectos políticos extrarregionales, mucho más consistentes que los de antes. En cierto sentido, la actividad de los dos actores se proyectó en diferentes direcciones e incluso se equilibraban en algunos aspectos. Como resultado de ello tanto Rusia como la UE han caído en la trampa de una competencia directa, mejor dicho, se hicieron aprisionar por ella.

En suma, un día menos pensado Rusia se despertó descubriendo, más allá de su frontera oeste, un enorme imperio fuerte y seguro de sí mismo, moderno. democrático y progresista que no por ello deja de ser imperio. O sea, un ente político que está dispuesto y tiende a imponer a otros estándares y reglas de juego ventajosas para él. Además, se trataba de un ente incomprensible del todo, postmodernista y supranacional que por ello resultaba peligroso e impredecible. A pesar de que sólo tenía “fuerza blanda”.

Por su parte, la UE también ha descubierto, inesperadamente para sí, que ha terminado por oponerse directamente a Rusia. La UE había absorbido el tapón que la separaba de Rusia y se quedó a solas con ella sin estar preparada para ello. Bruselas trató de hacer la vista gorda evitando de diversas maneras resolver los problemas ya maduros e incluso evitando tocarlos. La Unión ha procurado escudarse con unas críticas e incluso aislarse de Rusia sin que esta actitud le haya disminuido el sentimiento de falta de confort.

Agrava esta situación desfavorable en las relaciones entre Rusia y la UE y, por ende, en el continente en general, el hecho de que los partenaires y vecinos tengan por fuerza una “banquillo de suplentes” de muy poca cabida. Tienen muy poca gente que entiende lo que ocurre “al otro lado de la frontera”. En Rusia solo hay unos cuantos centros docentes donde se enseñan sistemáticamente las bases de funcionamiento de la UE, el derecho, la economía y la política comunitarios. Hay contados europeístas profesionales, es decir, especialistas que se dedican al estudio de la UE y a los estudios europeos en general.

En la UE se han perdido muchos conocimientos acerca de cómo funciona la economía rusa, cómo se hace la política y cómo es la sociedad civil en Rusia. La generación de los sovietólogos ya han abandonado su oficio, sin que hayan venido a sustituirlos especialistas en estudios de Rusia. Ha disminuido el interés por Rusia. Los estudios rusos han degradado.

La falta de personal preparado, su escasez no pueden menos que rebajar la calidad de las soluciones políticas y económicas tomadas tanto en Rusia como en la UE y en sus Estados-miembros, la de las soluciones concernientes a los intereses de cada parte y que influyen en las relaciones entre ellas.

Se imponen por sí mismas las conclusiones que siguen. 1. Rusia y la UE tienen que entenderse mejor. Es una cosa totalmente necesaria. Sería muy difícil esperar que sin semejante entendimiento se optara por un escenario positivo.

2. Rusia y la UE deberían aplicar, una respecto a la otra, una política íntegra, bien pensada y de cara al futuro.

3. Para Rusia y la UE es de suma importancia tener una visión común del futuro de Europa. Sería deseable que dicha visión se formara teniendo en cuenta las concepciones de la Gran Europa y de la Unión de Europa.

4. Tanto Moscú como Bruselas deberían empezar, por fin, a formar sobre una base permanente y estable, personal que se encargaría de aproximarlas una a la otra. La creación del Instituto Docente Europeo adjunto a la MGIMO(U) de Moscú es un paso dado en una dirección correcta. Pero deberían darse otros pasos más.

Pero sería insuficiente formular unas conclusiones hechas. Es preciso que éstas sean acogidas y de hecho tengan demanda real.

Crítica a una crítica crítica

Para ello se necesita una actitud benévola respecto a ellas por parte de la sociedad, así como un clima político correspondiente. Es que hoy sentimos una falta absoluta y acuciante precisamente de estas dos cosas. Impide garantizarlos la crítica destructiva recíproca que ambas partes despliegan en los media, acabando todo respeto y confianza entre ellas. Se trata de una crítica peyorativa y desmedida.

La filosofía clásica (alemana) y la sociología de los siglos precedentes se basaban muchas veces en la negación y derrocamiento de las especulaciones teóricas de los antecesores. La crítica, por definición, tenía un carácter crítico. Para establecer unas opiniones nuevas había que hacer ver los puntos débiles, la inconsistencia e incongruencia de las que se desechaban. En la espira siguiente surgía la necesidad de proceder de la misma manera con la descripción ya establecida del cuadro del mundo. Otra variante era difamar el método usado hasta entonces.

Recurriendo, a decir la verdad, a los mismos procedimientos y herramientas. De ahí que se proceda a la crítica de la crítica crítica.

Así pues, en lo que Rusia y la UE realmente han logrado éxito es la difamación mutua. Se dedican a ello instintivamente, sin pensar y con pasión. Incluso con una especie de obstinación maníaca. Sin darse cuenta, en absoluto, de que están causando un colosal daño mutuo, destruyendo los fundamentos mismos del partenariado y la cooperación, condenando las relaciones entre las dos partes de Europa a un estancamiento sin fin.

En los tiempos de la Unión Soviética, los países occidentales necesitaban una imagen de enemigo que les ayudaba a asegurar su unidad y afianzamiento interno, consolidar la sociedad y fomentar la disposición a seguir realizando el proyecto de integración postmodernista. Desaparecido el enemigo, resultó imposible especular con su imagen, por eso se formuló un nuevo “encargo” social.

Empezaron a pintar a la Rusia contemporánea prodemocrática con los mismos colores que a la URSS, cambiando un poco, de una u otra manera, el hincapié, silenciando al máximo sus adelantos, sus sacrificios y su integración en Europa y en la civilización europea.

La resentan como a un salvaje. Atrasada. En extinción. Sin cultura. Con los pecados heredados del pasado, incluyendo la manía de grandeza imperial y el desdén hacia los países y pueblos menores. Confiando solo en la fuerza brutal. Profesando el nihilismo jurídico. Solo capaz de imitar las disposiciones democráticas. Despreciando a los ciudadanos de a pie y sus derechos. Y eso no es todo. En Rusia pululan bandas. En el país, sumido en la corrupción, nepotismo, favoritismo, concusión, engaño, mentira y fraude, inventa un modo singular de lucro: repartir el dinero público, el de cualquier fondo financiero. Se podría continuar esta larga lista tan impresionante y sucia…

Además, para crear semejante imagen en la opinión pública occidental los periodistas, políticos y comentaristas europeos no tienen nada que inventar. La prensa doméstica y los medios de comunicación electrónicos rusos les brindaban abundante información para reflexionar y sacar conclusiones. Pero esta es otra historia.

Pero en Rusia escriben sobre sus vecinos del continente con igual “benevolencia”, aunque sin llegar a los extremos sucios. A decir verdad, esto se hace con un matiz de envidia y ofensa de que el resto de Europa y América gocen de la vida a su cuenta todos los últimos años y prácticamente la hubieran traicionado cuando atravesaba el periodo de transición, duro y doloroso, y necesitaba muchísimo su ayuda y comprensión de parte de Europa.

Los éxitos de la integración europea, siendo evidentes, son subestimados. Y al contrario, cualquier fallo mínimo, sin hablar de los fracasos y errores, se resalta al máximo, como si los países de la Unión Europea se hubieran convertido en “seudoestados” que solo piensan en sí, preocupados por su bienestar. No les interesan los demás. Si bien sus riquezas acumuladas no son fruto exclusivo de su labor sino también de la absorción del trabajo del resto del mundo incluyendo Rusia. Semejante actitud no es honesta ni justa.

La Unión Europea es un enano político autosuficiente que quiere enseñar a todos. Sus pretensiones de ocupar las principales posiciones políticas en el mundo son infundadas. En la mayoría de los casos se porta como un lacayo de EEUU siguiéndole como pez que se pega a una ballena. No desempeña un papel independiente. Y si para la UE tiene sentido actuar conjuntamente con alguien es con Washington.

La Unión Europea es incapaz de contraer acuerdos. Es inútil acordar los enfoques comunes: jugará una mala pasada. Por regla general, no hay ninguna seguridad de que los siga. Para lograr algunos acuerdos comunes con ella hay que comer mucho guisantes. Quince en el pasado, los veintisiete en la actualidad difícilmente se ponen de acuerdo sobre unas posturas comunes en las negociaciones de las que es prácticamente imposible obtener algo que favorezca la búsqueda de unas decisiones mutuamente ventajosas o aunque sea admisibles. Es más facil no tener nada que ver con ellos.

La UE interviene en todo, se mete en todas partes tratando de apropiarse de todo, aplastándolo y transformándolo a su manera. No le importa si otros lo necesitan o no. Defiende exclusivamente sus intereses egoístas encubriéndose con palabras altisonantes sobre la democracia, los principios del estado de derecho, los derechos humanos.

La UE se hace cada vez más burocratizada. En vez de tomar decisiones económicas bien pensadas se inclina a menudo a las conyunturales y politizadas imponiéndolas a los demás.

Según sus enfoques, su actitud ante los que la rodean y los métodos de actuación se hace cada vez más parecida a la Unión Soviética derrumbada. Cabe suponer que la espere la misma suerte.

Existen solo dos variantes. Primero: su autoliquidación por las divergencias más profundas de los intereses de sus Estados-miembros que no soportarán la carga de las deudas soberanas y las disproporciones en la economía y entre las regiones. Segundo: convertirse en un museo vivo en el cual se guardarían minuciosamente los testimonios de la antigua grandeza. Sería un museo de lujo, acogedor, confortable, acomodado, pero solamente un Museo.

Tanto de parte de la UE como de Rusia todas estas evaluaciones y juicios, que se repiten activamente por los políticos, expertos y comunidad mediática, no son nada más que unas especulaciones, a menudo muy denigrantes, difamatorias y de mala fe, porque se basan sobre reticencias, semiverdades y amaños.

Es necesario dejar tal enfoque poco conciente de los procesos que se dan en Rusia y la UE. Este es el primer imperativo de la construcción de buenas relaciones normales. La percepción mutua benévola por la opinión pública es el fundamento obligatorio de colaboración, partenariado y de posible salida a compromisos mutuos de aliados en el futuro.

Será extremadamente difícil crear tal fundamento. La opinión falsa de una parte sobre la otra está araigada profundamente, a lo que todo el mundo está acostumbrado hace mucho. Además la inercia en la presentación de la información es demasiado fuerte.

Mas no podemos caernos de ánimo. Es el campo de batalla principal por un nuevo formato de relaciones en el continente, por la aproximación de la perspectiva de vivir en el futuro no tan lejano en una Gran Europa o una Unión de Europa.

El problema es ¿cómo ganar esta lucha? La respuesta a esta pregunta podrían sugerirla los países de la UE, los amigos de Rusia tales como España.

Podrían servir de ejemplo los políticos que, para empezar, renunciarían a las acusaciones falsas, a las opiniones y resoluciones prematuras que permiten caer bien a las capas más conservadoras de la población. Sin embargo no es suficiente tal reserva.

Es indispensable la voluntad sociopolítica para informar con benevolencia la opinión pública y llenar constantemente con la información respectiva todo el espacio mediático. De hecho se trataría del despliegue de un trabajo planificado de esclarecimiento persistente sin encubrir los problemas existentes de ninguna manera, de una información equilibrada, sea negativa o positiva.

Realmente hay muchas cosas positivas, proyectos conjuntos exitosos de verdad, muchos ejemplos de cooperación fructífera, política coordinada, iniciativas comunes. Es importante no silenciar lo positivo sino centrar la atención en este aspecto con mayor frecuencia. Aprender a “venderlo”, organizar la publicidad y de tal modo ganar el capital politico tan necesario para Rusia, la UE y sus Estados-miembros.

La propiedad privada de los medios de comunicación, la tendencia de la prensa hacia lo negativo, los escándalos y las obscenidades no es un obstáculo. En los primeros meses después del atentado del 11 de Setiembre de 2001 contra las Torres Gemelas en EEUU y la creación del amplio frente antiterrorista con la participación de Rusia los artículos que acusaban su política interior y exterior desaparecieron de los diarios y revistas. Los medios de comunicación electrónicos mundiales se depuraron. Tuve la oportunidad de observarlo personalmente trabajando en Estrasburgo. Dentro de un rato todo volvió a sus andadas. El episodio mencionado demuestra que la hostilidad puede desaparecer por más tiempo y tal vez para siempre.

Si esto ocurre, lo que hace falta, mucha falta, que ocurra, surgirá un clima politico que es tan necesario para Rusia y la UE, favorable a su acercamiento no solo en palabras, sino real y de hecho, para formar espacios comunes, realizar grandes proyectos comunes orientados hacia el futuro. Es importante que dichos proyectos sean realistas al máximo.

Maldita herencia soviética: amor por las consignas huecas

Esto tampoco sale bien. No podemos acabar con la costumbre heredada de la época soviética de proclamar algo y luego, al no salir nada, dejarlo en abandono y plantear una consigna nueva no menos hueca. Sería bueno deshacerse de esta costumbre.

Viene a la mente un cuento muy viejo, con la barba muy larga, de los tiempos soviéticos. Un magnífico barco turístico blanco y grande zarpa del malecón. Por la cubierta pasea el público bien vestido. Todo el mundo está de buen humor. El ambiente es festivo, todos están en espera de algo bueno y agradable. El barco se aleja de la orilla y de repente empieza a tocar la sirena, fuerte, larga, impresionante. Luego otra y ota vez… Después la nave se para en alta mar balanceando pacíficamente en las olas. El asombrado público pregunta al capitán:

- “Señor, ¿qué pasa, por qué estamos parados?” El capitán responde a la pregunta preguntando:

-”¿Qué tal la sirena? ¡Es fantástica! ¿verdad? ¡Un sonido profundo, poderoso, magnífico! ¡Cómo suena! ¡Es la mejor de todas las sirenas!

-“Sí, – confirma la gente-, la sirena es estupenda, nos ha gustado mucho, ha sido un placer, pero ¿por qué estamos parados?”

-“ Es que hemos gastado toda la fuerza en hacer sonar la sirena y no nos queda nada “.

Una anécdota exagerada, claro está, pero así es este género. No obstante, Rusia y la UE lo hacen en la práctica. Primero, Rusia, la UE y los Estados-miembros de ésta concertaron el Acuerdo de Colaboración y Cooperación (en la isla de Corfú,1994). Era un buen acuerdo, fundamental, orientado a la integración, multifacético, con todos los regímenes jurídicos necesarios, con las normas de acción directa, dirigido a la perspectiva, con que se había formado una base sólida para la formación de todo el complejo de los vínculos bilaterales y multilaterales.

¿Por qué no desarrollar las relaciones de partenariado?¿Cuál es el problema? Pues no. Nada de eso. La UE y sus Estados-miembros en seguida trataron de usarlo como instrumento de presión. Moscú reaccionó adecuadamente. Muchas de sus cláusulas resultaron en suspenso. Al pasar el tiempo el Acuerdo fue calificadocomo caduco, sin tener en consideración la evolución rápida que experimentaban las partes.

Así pues, no se logró establecer relaciones de partenariado fuertes o por lo menos normales. Entonces Moscú y Bruselas declararon amistosamente que desde aquel entonces tenían relaciones del partenariado estratégico.

A decir verdad, la asociación estratégica tampoco funcionó bien. Nadie y nunca pudo conocer qué tipo de compromisos estratégicos mutuos asumían los socios estratégicos y qué cosa era el partenariado estratégico como tal. Pero la consigna proclamada no aminoró las críticas al Kremlin, ni las divergencias profundas ni la feroz competencia.

Las partes no tardaron en proponer lo nuevo: la formación de los espacios comunes en el campo de la economía, la seguridad exterior e interior, la ciencia y la educación. Más tarde con estos fines fueron adoptadas las hojas de ruta de su construcción y formación.

Pero a las hojas de ruta se les atribuyó un carácter no vinculante. La abstracción de espacios comunes no se llenó en gran parte con un contenido concreto. A pesar de varios éxitos locales, nada cambió significativamente después de emprenderse su construcción. O sea, el resultado es de siempre.

Cuando los interminables discursos sobre los espacios comunes y las hojas de ruta fastidiaron hasta la coronilla, las partes inventaron una cosa de moda. Presentaron la iniciativa del “Partenariado para la modernización”, la que fue discutida en la Cumbre de Estocolmo y adoptada seis meses después en la Reunión Cumbre de Rostov del Don. Luego se dedicaron a componer un plan de trabajo renovable regularmente para materializar la iniciativa.

Suena muy hermoso, es indudable. Está de moda, es impactante y actual. Además, responde a las exigencias reales de desarrollo de las relaciones entre Rusia y la Unión Europea. Aunque las anteriores tampoco sonaban mal. Al mismo tiempo, presentaban una visión clara de cómo tendría que ser su futuro común.

De tal modo, lo principal es tomar en cuenta los errores del pasado y no aceptar la iniciativa como consigna, sino una tarea concreta a realizar. Pues, es de reconocer, es mucho más constructiva.

Libro de cocina para los políticos

Contiene todo lo necesario para abordar al fin de cuentas la resolución práctica de los problemas que preocupan a Rusia y la UE, a nuestros pueblos, la sociedad europea. Incluye todas las recetas que se necesitan. Como en un buen libro de recetas, que si uno las cumple puede convertirse en un excelente culinario.

En Rusia prácticamente en cada hogar se guarda el Libro de comida saludable y útil editado por primera vez en los años 50 del siglo pasado. No conozco otro libro de cocina que sea mejor. Es sencillo, refinado, comprensible, práctico. Con su ayuda uno puede preparar cualquier plato sabroso: entremeses, primer plato, segundo plato y el postre. Lo único que se requiere son las ganas. El “Partenariado para la modernización” se parece mucho a ese Libro.

La iniciativa y el plan de trabajo de su realización no rompen nada. Nada abolen. Nada borran. Son continuación de las hojas de ruta de la formación de espacios comunes y proponen hacer más exitosos los mecanismos y las estructuras organizativas creados para su materialización.

Las ventajas del “Partenariado para la modernización” son, como mínimo, varias. Primero, ofrecen la lectura más actualizada del contenido de las relaciones entre Rusia y la UE y de las necesidades a las que deberían responder.

Segundo, priorizan las tareas a las que Moscú y Bruselas deberían dedicarse.

Tercero, orientan hacia el logro del resultado concreto necesario a la sociedad, el Estado y el negocio en los plazos establecidos.

Cuarto, permiten construir un techo común para albergar diferentes programas, proyectos y líneas de la actividad.

Quinto, es ventajoso para Rusia y la UE. Con su ayuda es posible plantear y resolver tareas del mejoramiento de la competitividad de Europa en general.

Sexto, es formidablemente concreto. No da cabida a las abstracciones y consignas (¡ojalá!).

El “Partenariado para la modernización” contiene todo lo principal. La plasmación de la iniciativa permitirá concluir el proceso de la incorporación de Rusia en la economía global. Por ello, las conversaciones sobre la pronta formalización de la adhesión de Rusia a la OMC se convierten en uno de los elementos del plan de acción para llevarla a cabo.

El “Partenariado para la modernización” orienta al trabajo conjunto para el paso de Rusia a la vía de la “economía verde”. Por consiguiente, el hincapié particular en el plan de trabajo se hace en la colaboración en el sector energético: el ahorro energético, el uso activo de las fuentes renovables de la energía, las producciones y tecnologías concretas o la proyección conjunta de desarrollo del sector hasta el año 2050.

El “Partenariado para la modernización” apoya la realización de los proyectos industriales e innovadores de grandes dimensiones mutuamente beneficiosos importantes a los que Rusia, la UE y sus Estados miembros prestan una especial atención. Entre ellos, el lanzamiento de los vehículos espaciales rusos del cosmodromo francés en el ecuador, el acoplamiento de los sistemas espaciales de posicionamiento diseñados en Rusia y la Unión Europea, etc.

El “Partenariado para la modernización” incluye la renovación tecnológica de muchos sectores de la producción industrial que la dirección rusa considera como los campos posibles de la especialización de la economía nacional. Entre ellos, la farmacéutica, las nanotecnologías, empresas de construcción de maquinaria, etc.

La iniciativa supone el desarrollo de la cooperación en el perfeccionamiento de los diferentes sistemas de gestión: la optimación de los sistemas tecnológicos, del mercado de trabajo, apoyo a las pymes y el acceso a la información o reciclaje del personal.

No se le escapan los temas del perfeccionamiento de las estructuras públicas e instituciones de la sociedad civil. En el plan de trabajo se mencionan muchos proyectos significativos incluyendo la reforma del sistema judicial, la lucha contra la corrupción, el fomento de los contactos entre las personas, etc.

De tal modo, el potencial es enorme. Todo va a depender en qué grado la realización de este potencial se podrá ponerla al servicio de la sociedad y convertir en el instrumento de acercamiento de Rusia, la CEI y sus estados miembros.

Formateo del problema eterno: en vez de ¿qué hacer?, ¿cómo hacer?

Para la historia rusa son tradicionales dos preguntas: quién es el culpable y qué hacer. La iniciativa del “Partenariado para la modernización” da la respuesta a la más importantes de ellas en lo que se refiere a la agenda de relaciones entre Rusia, la UE y sus estados miembros. Y lo hace de una manera pluriforme, diversificada y convincente.

Pero han llegado los nuevos tiempos. La pregunta qué hacer ya ha dejado de ser autosuficiente. Sirve como preludio de los más complejo e inunívoco: cómo hacer. Pero la iniciativa y el plan de trabajo no dan respuesta a ella. Es una gran insuficiencia del “Partenariado para la modernización”. Es su defecto innato. Es posible que sea un error cometido por sus artífices.

Ni la renovación de la base jurídica de la asociación y la cooperación entre Rusia, la UE y sus estados miembros, ni la formalización del “Partenariado para la modernización” están previstas en esa iniciativa. Se prevé que serán implementadas en cierta medida en un nuevo acuerdo básico. Pero sus perspectivas son indefinidas. Además, el Kremlin apuesta por una variante limitada del acuerdo en el que muchos elementos de principio de carácter regulatorio sean omitidos. La práctica muestra que si están ausentes el acercamiento y la armonización de la legislación y la práctica jurídica y si no se usan los métodos obligatorios y vinculantes, la cooperación no se da, la asociación no se construye.

Fue designado como responsable por el plan de trabajo de la realización de la iniciativa el Ministerio de Desarrollo Económico. Está generalizando las solicitudes de otras entidades públicas y el negocio, acuerda las posiciones con la Comisión Europea y realiza la coordinación. Pero no quiere ni puede hacer frente a los grupos de presión sectoriales. No se dedica a marcar prioridades internas. No dispone de herramientas analíticas. Las funciones de control las ejerce ocasionalmente. No está vinculado directamente con la ejecución del plan. Como resultado el plan de trabajo se convierte en una combinación variopinta de programas y proyectos heterogéneos, de diferentes niveles, no interrelacionados, incomparables.

La gestión y la realización de la iniciativa se han trasladado al terreno de los diálogos y los grupos de trabajo constituidos en el marco de las hojas de ruta de construcción de los espacios comunes. Tales diálogos y grupos son casi cincuenta, pero no lograron cumplir los objetivos asignados. Si, el conocimiento mutuo, el debate, las investigaciones los logran efectuar. Pero no han aprendido a tomar decisiones e insistir en su cumplimiento. No gozan de los poderes correspondientes. Una total discordancia. No toman en consideración las experiencias de uno y otros. Sigue siendo un gran misterio cómo podrán hacerse eficaces repentinamente para implementar el “Partenariado para la modernización”.

A la cabeza del mecanismo de coordinación están los altos cargos del Ministerio de Desarrollo Económico y de la Comisión Europea. Deben ejer с er la función de conductores directos de la voluntad de la alta dirección de Rusia y la Unión Europea, asegurar el respaldo político de la iniciativa, controlar el proceso de coordinación y, en general, favorecer el resultado. Pero no se les dotó de poderes de mando suficientes. No han creado su propio órgano especializado. No han estipulado en ninguna parte cómo controlar la ejecución y el mecanismo de retroalimentación en los documentos constitutivos del “Partenariado para la modernización”. Como resultado, todo queda en el aire. Se ha perdido el principal eslabón de la iniciativa: no en cuanto a su concreción en el plan de trabajo sino la realización.

Todas las posiciones mencionadas, que ponen al descubierto las debilidades de la iniciativa, necesitan una minuciosa reflexión. Es bien evidente que hay que cambiar la gestión de la iniciativa. Sería más correcto decir que hay que crearla de modo profesional, con alta calidad y en términos reales.

¿Cómo? En este caso nos podrían ayudar las relaciones bilaterales con varios estados-miembros de la Unión Europea más amigos de Rusia. Según los datos de mediados del verano de 2011, Rusia tenía programas de modernización con 19 países de la región. Algunos de ellos podrían convertirse en programas piloto para probar en ellos los sistemas óptimos de gestión.

Puesto que sólo la aplicación de las experiencia de los países en materia de la cooperación y la combinación de los programas de modernización de esos países con el “Partenariado para la modernización” entre Rusia y al UE permitirá asegurar el avance que tanto necesitamos.

© Mark ENTIN, doctor en Derecho, catedrático,
director del Instituto Docente Europeo adjunto al Instituto Estatal de Moscú de Relaciones Internacionales (Universidad)
del MAE de la Federación de Rusia

*1 Воспроизводится с любезного согласия редакторов сборника “Rusia y Espana en el mundo multipolar" (Россия и Испания в многополярном мире). M.: Изд-во ИЛА РАН, 2012.

№12(61), 2011

№12(61), 2011